Davies en
Historia de una pasión ha dado forma a una película que formalmente es tan rigurosa en su construcción como lo es su estructura. El cineasta británico se toma su tiempo, en ocasiones de forma considerablemente, para ir relatando la vida de Dickinson desde su adolescencia hasta su fallecimiento, pero no pretende ser un biopic, de hecho, aunque el objeto central de la película sea la poeta, en realidad
Davies pretende trascender su figura para entregar una obra sobre una mujer que no solo se enfrentó a su época desde diferentes posturas, sino que, y ante todo, se exigió a ella tanto que creó una confrontación interna que impidió a Dickinson poder vivir en una cierta paz. Mediante un guion bien trabajado, que usa los poemas de la poeta para ilustrar cada momento, para mostrar de dónde salieron esos versos,
Davies ha desarrollado una historia compleja y nada parcial alrededor de Dickinson. No rehúye poner de relieve su ambigüedad, su dureza y su debilidad, su proceso de una inocencia vital a una crudeza, igualmente, vital. Con un tono melancólico asentado en las magníficas interpretaciones, los personajes dialogan mostrando una dialéctica que denota la imposibilidad de grandes verdades. Y, de paso, la imperfección del ser humano. Y a pesar de ello, Dickinson, quien asumió su religiosidad como algo interior, con toda su complejidad, intentó abrazar una cierta perfección personal.
El cineasta británico construye cada encuadre con un sentido que podría decirse pictórico y que, sin embargo, es enormemente cinematográfico. Cada movimiento de cámara posee un sentido en relación a lo que escuchamos –sonidos, música, palabras…- y a lo que sugieren las imágenes, no solo a lo que vemos. Con una fotografía soberbia, transmite una época a partir de sus referentes pictóricos, pero, sobre todo, crea un sentido de encierro, de cierto claroscuro que no es otro que aquel que embarga a la poeta. Tras una primera parte desconcertante en su tratamiento de los diálogos y los personajes, la película se va endureciendo acorde con el paso del tiempo y, por supuesto, de la vida.
Davies capta ambos aspectos de manera soberbia, creando transiciones temporales de una manera tan orgánica como magistral en su sentido cinematográfico.
Historia de una pasión esconde, además, algunos momentos memorables, como la ensoñación de Dickinson alrededor de un amante que nunca tendrá, la secuencia de la Guerra Civil, el paso de los años a través de unas fotografías que van mutando los rostros, un travelling circular que muestra y describe a los miembros de la familia o el propio final de la película.
Historia de una pasión puede resultar ardua si el espectador no entra en ella ni se acomoda al ritmo que Davies impone, pero si se hace, entonces, disfrutará de una experiencia cinematográfica que, aunque relate una historia y busque transmitir unas ideas, a su vez apela a una narración sensorial.
Israel Paredes